jueves, 28 de mayo de 2015

A medianoche

Allí la muerte vuela como un zancudo que nadie sabe qué vena tomará, la noche pegajosa empapa el sueño. Aquel sitio era muy pequeño para los dos.

En algún lugar del pueblo alguien toca un guitarra y canta una canción triste, la melancolía recorre la distancia y lastima los oídos de los perdidos. Ellos sólo tuvieron un encontronazo, un intercambio de palabras, un malentendido.

Los que fingen dormir saben que escuchan la canción de la muerte, la noche deja escuchar los pasos del verdugo. Hay paredes que no toleran el perdón, en su vientre no cuajan los débiles.

Los pasos son cada vez más nítidos, aunque su fuente camine con la suavidad de un gato.

Alcides Rojas


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