miércoles, 5 de agosto de 2015

El Rincón de Araya

Allí, alguien me invocó. Ahora, después de deshacerme en el espacio y el tiempo, deja de ver y escucha mis ojos. Estos ya no se derraman…pero están perdidos y esta voz que enmarca la noche parece llorar. Allí alguien me invoca. Es la canción de las vigilias que, en este pueblo, se entona como una oración.

Duerme el solitario, la intemperie trata de ahogarlo en esta bóveda, en la sempiterna boca de la playa no alcanzada. Por eso lo envuelven y siguen las noches de Araya, porque aún no sale la luna y el mar se convierte en ardentía.

En mis sueños caigo siempre en esta arena movediza, preso en el nido de lo caduco, casi sin latidos, en el doblez de la entrega, calado en un rincón de la noche en el término de una isla semihundida, cerca del suelo donde terminan las calles.

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