Donde jamás estuve
Ha vuelto a nuestra puerta el que dimos por
perdido, parece que jamás hubiese tenido que partir. No le pregunten dónde
estaba pues las respuestas se le tornaron hoscas y la memoria vulnerable.
Después de todo ir o venir es sólo un punto de
vista y la ausencia solo parece ser un corto paseo avezado a las inflexiones
del silencio, una línea que redefine un horizonte —cóncavo o convexo—; un viaje
sin predestinación a través de las grietas por las que el sol declina
A nuestros ojos todo es incongruente, a sus
ojos todo es idéntico y ya nada es igual.
El helecho se marchitó ante esta paradoja, la
tinta se seca en la pluma apartada sin volver a surcar el papel
Las mantas están decoloradas, una arruga surca
la frente y se refracta en los días de vigilia. El tiempo, punto indefinible, la
brisa se levanta y tras lo que se lleva deja arena en los ojos
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